miércoles, 21 de enero de 2015

SUICIDIO Y ADOLESCENCIA.

Alrededor de 3.500 personas se quitan la vida cada año en España, pero en los medios se evita hablar de este tema por miedo a que otras personas imiten dicha conducta. El suicidio es uno de los temas tabú de la actualidad, no sólo presente en adultos sino también en adolescentes.
El suicidio ha sido el tema central del último congreso de Psiquiatría en Madrid y, según los últimos datos registrados, se ha visto incrementado en un 13% este último año, llegándose a dar alrededor de 300 casos en el Hospital Doce de Octubre de Madrid.

Una conducta suicida se manifiesta en el intento de suicidio o el suicidio consumado. En ambos casos, aparecen distorsiones del pensamiento (por ejemplo; “Así les haré un favor a todos y dejaran de sufrir”) o “constricción del pensamiento”, es decir, se ve como única alternativa de solución a sus problemas el suicidio.
Por suerte, la mayoría de quienes han tratado de quitarse la vida, al mirar atrás, no se reconocen, no entienden como lo intentaron, e incluso afirman que sabrían afrontar sus problemas de otra manera.

¿Qué lleva al adolescente a la idea de suicidio?

Algunos de los factores que predisponen a un adolescente al suicidio son;

-Experimentar altos niveles de crítica, exigencia u hostilidad.
-Falta de refuerzo por parte de la familia.
-Falta de confianza en sí mismo.
-Ansiedad, depresión, u otros trastornos psicológicos.
-Experimentar cambios importantes en su vida. (Ejm: Divorcio de sus padres, cambios de ciudad, pérdida de seres queridos…).
-Padecer malos tratos.

Además, otros factores que aumentan el riesgo de suicidio en la adolescencia son;
-El abuso de alcohol o el consumo de drogas.
-Intento previo.
-Situaciones de estrés familiar o conflictos.
-Cansancio, fatiga o desnutrición.
-Sentimientos de angustia, culpa, desesperanza o complejo de inferioridad.
-Ser víctima de “bulling” (acoso escolar) o de intimidación.

Los adolescentes que pueden presentar ideación suicida no siempre manifiestan tristeza, pero si aislamiento o apatía. Algunas señales de advertencia son;

-Menciona de vez el suicidio o la muerte en general.
-Insinúa que pronto acabara todo o que pronto no estará.
-Menciona sentimiento de desesperanza, culpa o angustia.
-Se retrae de amigos o de la familia.
-Escribe sobre la muerte, la separación o la pérdida.
-Empieza a regalar objetos valiosos para él a hermanos o amigos.
-Tiene dificultades para pensar con claridad o concentrarse.
-Pierde el interés por actividades que antes le resultaban gratificantes.
-Participa en conductas de riesgo.
-Muestra cambios en la alimentación o el sueño.

En muchos casos, estas personas piensan que quitándose la vida, están haciéndole un favor a la familia.

¿Cómo actuar si el adolescente tiene ideación suicida?
Ante ideas de suicidio, es importante observar y escuchar al adolescente, para que de esta forma pueda liberar tensiones y expresar su preocupación. Muchas veces se tiende a evitar hablar de la ideación suicida pensando que al hacerlo aumentaríamos el riesgo, pero todo lo contrario, es conveniente saber hablar de ello, solo el hecho de hablar puede ayudar a liberar el afecto negativo que les invade.
No se debe minimizar la importancia que el adolescente da a una situación concreta, ya que para él, está siendo experimentada de una forma intensa y menospreciarla podría aumentar su sentimiento de desesperanza; debemos tratar de ayudarle a buscar alternativas desde el respeto y NUNCA decir “no digas tonterías” o “me darías un disgusto”. Además, debemos desterrar viejos mitos como; “El que avisa nunca lo lleva a cabo”.

Es importante tener un plan de crisis, es decir, una serie de estrategias que puedan ser empleadas en caso de que aparezcan esas ideas suicidas, en terapia, por ejemplo, se emplean una serie de tarjetas que el adolescente puede llevar consigo y en las que puede registrar la aparición de señales de alarma (cuando aparece ese ideación: en qué situaciones o ante qué estímulos). Además, se le facilita una serie de apoyos para afrontar la situación desencadenante. Es conveniente, poder contar con la ayuda de personas de contacto a las que el adolescente pueda acudir en caso de que estas ideas vengan a su mente.
No existe ningún plan de prevención del comportamiento suicida, pero algunas de las técnicas empleadas son: la reestructuración cognitiva, las técnicas de solución de problemas o el entrenamiento en habilidades sociales.

Cuando se lleva a cabo un suicidio, ¿qué sucede con los familiares?
La muerte con suicidio lleva a los familiares a presentar ciertas características especiales, se preguntan el “por qué” de lo ocurrido, entran en estado de shock e incomprensión y aparecen sentimientos de culpa, rabia e irritación. Revisan continuamente que podrían haber hecho para haber evitado el suicidio. Aparecen en ellos emociones nuevas y sienten que han perdido el control, pues de repente todo se tambalea y ya nada es previsible. Suelen aparecer también pensamientos del estilo “sólo queda vivir con eso” y evitan hablar del tema, lo convierten en un tabú.
Hay que tener claro que la ideación o conducta suicida podría equiparase al caso de un incendio; por muchos detectores de humo que haya, a veces, al final algo se quema.

“Cada vida es única e irrepetible”.

Marisa Hernández Torrijo (Psicóloga Clínica) y Nuria Lahoz Viamonte (Psicóloga en prácticas).

martes, 13 de enero de 2015

DROGODEPENDENCIA Y TRASTORNOS DE PERSONALIDAD.

Es bien sabido a estas alturas, que el consumo de drogas cuando perdura en el tiempo, es porque se convierte en una conducta de escape. Dicha conducta puede ser para evitar el malestar producido por el síndrome de abstinencia física o psicológica, o bien por el derivado de alguna o varias problemáticas sin resolver. Pero…¿Qué ocurre cuando el enemigo está en casa?.

La presencia de patología dual, es decir, alteraciones de personalidad y drogadicción suele ser más la norma que la excepción. El trastorno límite de personalidad, el trastorno de personalidad narcisista o el trastorno de la personalidad por evitación, son algunas alteraciones de la personalidad que suelen ir acompañadas de algún tipo de adicción. Las alteraciones de la personalidad pueden ser causa y consecuencia, de esta manera las alteraciones de personalidad anteriormente citadas serían factores predisponentes, pero un consumo crónico de sustancias psicoactivas también podría llevarnos a una alteración de la personalidad por ejemplo, de tipo paranoide. A esto hay que añadir, que cada vez son más los casos, en donde adultos no diagnosticados en su día de trastorno de déficit de atención con Hiperactividad (TDAH), junto con otras variables, han terminado consumiendo cocaína en un intento inconsciente de automedicación.

Cuando nos encontramos ante una problemática de este tipo, la intervención requiere de más tiempo de tratamiento, con un tiempo entre sesiones menor, sobretodo al principio, mayor instrucción a la familia, uso de psicofármacos dependiendo del trastorno de personalidad y una intervención hecha a medida, como si de un traje se tratara, en cada caso. En estos casos, debemos procurar huir de los protocolos y programas excesivamente rígidos y estandarizados, para llevar a cabo una intervención más individualizada.
Es crucial, trabajar tanto la deshabituación psicológica a la sustancia psicoactiva, como el origen del problema, y además, en estos casos, hay que tener en cuenta que los rasgos de personalidad suelen ser un factor mantenedor del problema.

Es muy importante establecer una buena alianza terapéutica con este tipo de pacientes y que vean en el psicólogo a alguien que les orienta, apoya, comprende y se implica, formando entre ambos un perfecto tándem.
En concreto, en lo que se refiere al papel del terapeuta, algunas características importantes que pueden ser predictoras de un buen resultado son;
Tener una mentalidad abierta y flexible así como una actitud creativa en el abordaje, sentirse confortable con las relaciones a largo plazo que son emocionalmente intensas, especialmente en este tipo de pacientes, tolerancia hacia los propios sentimientos negativos, paciencia, empatía e implicación a la vez que establecemos unos límites claros. El paciente tiene que sentirse seguro, acompañado y arropado, para verse capaz de comenzar un nuevo camino. Debemos potenciar su sensación de autoeficacia y autoconfianza, identificar sus miedos y ayudarle a superarlos, además de ayudarle con sus emociones negativas, trabajar su autoestima y conseguir motivación para el cambio.

Algunos de los puntos a trabajar en este tipo de pacientes son; Cambio de estilo de vida, identificación y cambio de creencias disfuncionales, identificación de posibles factores mantenedores para su posterior afrontamiento (dentro del ámbito personal, social, laboral o familiar), entrenamiento en habilidades sociales y asertividad, entrenamiento en autoestima, regulación emocional, así como técnicas de relajación y distracción, entre otras herramientas, siendo éstas últimas muy importantes para el manejo de “craving” y los estímulos o situaciones “gatillo”.

Las sesiones de seguimiento son igual o más importantes aún, que las de intervención, sobretodo para asegurarnos que se mantienen los cambios y que el paciente aplica de manera adecuada las herramientas que le hemos dado, ante situaciones difíciles o conflictivas.
La finalización del tratamiento en este tipo de pacientes, se llevará a cabo siempre y cuando hayan transcurrido al menos 18 meses de intervención, el paciente lleve al menos un año de abstinencia, se pueda constatar los cambios en su personalidad y estilo de vida, siendo estables durante los últimos meses, aumento de su calidad de vida así como de su satisfacción con ésta, autonomía por parte del paciente para afrontar crisis o conflictos, además de un estado emocional y de ajuste psicológico positivo y adecuado.