miércoles, 6 de agosto de 2014

DELIRIOS Y CREENCIAS FALSAS.

El delirio ocupa el lugar de honor en el concepto que habitualmente manejamos de locura. Se tiende a confundir delirio con “locura”, es decir, tener delirios es igual a estar “loco”.
Y es que los profesionales nos hemos encontrado con el problema de la definición.
La palabra delirio tiene su origen en el Latín, “Delirare” cuyo significado es salirse del surco. ¿Pero quién traza ese surco?
Los delirios pueden contener “verdades” o incluso “volverse verdades”.
La esposa de un General Americano acusaba a la Casa Blanca de actividades ilegales. Diagnosticada de sufrir algún tipo de psicopatología, tuvo que convivir con ello hasta que se demostró que tenía razón. Caso Watergate.
Los delirios celotípicos, a su vez, pueden acabar en una infidelidad, es decir, se pueden “volver verdades”, el marido o la mujer ante el agobio de su pareja, acaba dejándola por otra.

Por algunas cosas como las anteriormente descritas, los profesionales de la salud mental tenemos que estudiar bien cada caso antes de diagnosticar a una persona de algún tipo de trastorno delirante. Debemos preguntarnos; ¿Es una idea sobrevalorada o un delirio?.
Es cierto, que algunas ideas delirantes ante su contenido fantástico, la absoluta convicción del paciente o su imposibilidad para ser real, son fácilmente reconocidas y diagnosticadas, pero… ¿Qué ocurre con el resto? 
Vamos a aclarar conceptos. Algunas características del delirio son; Convicción intensa, ausencia de apoyos culturales, no es compartido por otros miembros, implausible, intenso malestar y preocupación, inmodificable ya que el paciente se resiste a otras posibles explicaciones y, a menudo, con contenido fantástico.
En el caso de las ideas sobrevaloradas, éstas tienen cierto grado de plausibilidad y comprensión. Además, el paciente no tiene esa convicción intensa como en el delirio y son  modificables ya que acepta interpretaciones alternativas.
Por último, comentar que se diferencian también de las obsesiones porque en el caso de éstas últimas, el paciente las combate o lo intenta pudiendo haber en ocasiones pulsiones para reducir el malestar que produce el pensamiento intruso.

Los delirios pueden aparecer en varios trastornos como depresiones severas y trastornos afectivos mayores, trastornos de personalidad (esquizotipico, esquizoide y paranoide), además de aparecer en enfermedades, abuso de drogas y uso de fármacos. 

Una persona delirante presenta problemas perceptivos que le ocasionan experiencias anómalas, produciéndole perplejidad, lo que le lleva a una búsqueda de explicación, y en donde como la experiencia es anormal, la explicación también lo será, pero al tener una explicación, por extraña que sea, la persona obtendrá cierto alivio que actúa de refuerzo de la explicación.
El pensamiento delirante, no es en sí mismo aberrante. Los delirios pueden considerarse teorías que imponen orden y significado y una teoría delirante no se abandona hasta que el paciente tenga otra que explica mejor las experiencias que está teniendo.

Seguro que si pensamos en nuestra historia personal, a más de uno le viene a la cabeza algún momento de su vida en el que tuvo una idea sobrevalorada que casi pudo rozar el delirio.

Por último solamente recordar; “No son todos los que están, ni están todos los que son.”